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SIRIA الجمهوريّة العربيّة السّوريّة Radiografía de un VIAJE



400 muertos. 500 detenidos. El régimen de Bassar al-Assad se tambalea. Israel no sabe hacia dónde mirar pues por una parte ha tenido esa frontera segura y, sin embargo por esas extrañas paradojas de la historia, son enemigos irreconcilliables ya que Bassar no ha dudado nunca en apoyar a Irán u organizaciones como Hamás contra la nación judía. Es duro ver como desde nuestro sillón occidental, lugar privilegiado sin duda, observamos la matanza de un pueblo. Impasibles unos, atónitos otros pero ambos seguimos sin mover un dedo por Siria, aquella nación con una historia tan rica que da vértigo enumerar sus antepasados: egipcios, persas, babilonios, bizantinos, sarracenos o turcos han dejado su huella en este territorio. Entre medias un tal Alejandro Magno la anexionó a su sufrido Imperio kilométrico, provincia romana con una herencia en teatros y ciudades casi mítica, tampoco es desdeñable hablar de fortalezas en épocas tan legendarias como las cruzadas dónde cobra protagonismo el añorado Al-Nāsir Salāh ad-Dīn Yūsuf ibn Ayyūb o Sala-dino para los guerreros "frany" que vinieron desde Europa.

Su territorio esta bañado por el Éufrates y en su lado más oriental el otro gran río de los primeros pasos de la humanidad (con permiso del gran Nilo), el Tigris, formando frontera con Turquía.  Un territorio (Siria junto a Irán e Irak), en definitiva, dónde surge la historia, dónde aquel ser llamado humano intenta dar sus primeras pinceladas racionales a un universo en ocasiones hostil.

Después de las revoluciones en Túnez, Egipto o el polvorín en el que se ha convertido Libia, los sirios buscaron su protagonismo y decidieron que la calle debía ser muestra de su desencanto con un gobierno que destina grandes partidas al armamento, y por ende a su ejército, en detrimento de otros bienes generales. El constante conflicto político que se vive en esa zona provoca este beneficio presupuestario del ejército y con ello el país sigue, continuamente, en vías de desarrollo.

La bella Palmira es una muestra de ello. Cerca de Irak se alzan las ruinas de una de las más bellas ciudades romanas de la antigüedad; enclavada en un palmeral rodeado de desierto, los restos de edificaciones son asombrosos si se contemplan por la noche desde cierta altura, un espectáculo conmovedor para cualquiera que se precie llamar humano. Pocos saben que Palmira antes de romana fue nabatea (aquel reino cuya capital era Petra, ciudad que merece una entrada por sí sola). Sin embargo si se sale de la zona turística  numerosas garitas del ejército sirio anuncian que por allí cerca se está debatiendo el equilibrio mundial, la cercanía a Irak no engaña.

Pero hay más muestras de belleza, infinitos retazos de paisajes y edificaciones que asombrarían a espectadores de todo tipo. En Hama se alzan las norias más espectaculares de la humanidad, unos artilugios hidráulicos que emiten un sonido evocador del pasado pero cumplidores, con creces inclusive, de su objetivo energético. Son más propios de un paisaje quijotesco y sin embargo están en Siria. Vale la pena descansar unos minutos a su vera observando a las gigantescas norias trabajando.

Hemos hablado de fortalezas y una destaca entre todas: el Krak de los Caballeros. Cuándo uno contempla el castillo desde la diestra del acantilado cree, por unos instantes, estar inmerso en las batallas medievales que se produjeron allí. Fortaleza de la Orden Hospitalaria en su origen, pasó por diferentes manos no sin un alto precio en sangre. Inexpugnable parece y sin embargo, un ejemplo más, la historia demostró que nada puede catalogarse con esta etiqueta. La visita al interior no defrauda, hasta el punto que los pasos parecen transformarse en choque de cascos y pisadas metálicas.

En Damasco se encuentra la mezquita por antonomasia de Siria, su profusión de elementos vegetales en el exterior auguran un interior bellamente ornamentado. La paz que reina en este lugar debe ser comparada a cualquier santo lugar de Occidente. Un sitio de culto y estudio, de reunión y familia dónde es fácil contemplar a un sabio anciano de largas barbas blancas y al lado a unos niños sonriendo mientras juegan con sus padres. La magnificencia del lugar lo hace esplendoroso, un verdadero lugar para buscar a Dios. Encontrarlo puede ser cuestión de fe pero el respeto te invade por unos instantes transportándote a una pequeña reflexión interna. No por casualidad esta mezquita, en el Islam, es por orden de santidad el cuarto lugar.

Damasco y su zoco tampoco son desdeñables. Pero la segunda ciudad siria, Aleppo, también dispone de un zoco a destacar; es en esta ciudad dónde observamos una planificación urbanística que no hemos observado en la capital, Damasco, dónde el bello caos reina en sus callejuelas. En Aleppo se dirimieron grandes acontecimientos de las cruzadas y así lo atestigua su magnífica fortaleza. Mientras uno se pierde entre sus gentes, bordeando la mágica ciudadela, siente el estar caminando por una de las ciudades más antiguas de la humanidad.

Casi en la frontera con Jordania se alza Bosra, dónde como legado de ocupación romana se puede observar el teatro romano mejor conservado de Oriente. Inmenso, desproporcionado y elegante. Aquí todavía se siguen representado las más bellas obras de la antigüedad con un éxito desmesurado. Bosra, como Palmira, se desarrolla bajo el Reino Nabateo hasta que la Legio III Cyrenaica la convirtió en su guarnición y Roma la embellece aún más si cabe. Extramuros del teatro de 17.000 plazas (se dice pronto...) podemos pasear por unas ruinas de basalto bañadas por el sol, consiguiendo que nuestra mente vuele a las rutas caravaneras y el paso marcado por las Legiones Romanas.

En el Museo de arte Pre-islámico de Damasco encontramos la última sorpresa con unas piezas que dejarían pasmado a Erich Von Daniken. Relieves sumerios, estelas asirias e incluso objetos persas nos llevan a un pasado en el cual Dioses y hombres dialogaban bajo un manto de estrellas. Ruedas solares, objetos fálicos y figuras antropomorfas, mitad hombres y mitad animales, muestran el sentir de otra época.

En mitad del camino hemos dejado la bella columnata de Aphamea, fortalezas en el desierto, charlas con beduinos y mucho narguile, esa pipa de agua que tanta curiosidad levanta entre los occidentales, el arameo hablado en Maaloula (lugar del que uno se enamora, literalmente. Un lugar, enclavado en un risco, para soñar con los ojos abiertos), la columna de San Simeón o las ruinas bizantinas de Serjelleh. Innumerables recuerdos vividos en una tierra de leyenda.
Esperamos que pronto Siria recupere su pulso normal y valga la pena pararse a contemplar Palmira de noche, disfrutar del sonido de la noria sobre el agua en Hama o escuchar, de nuevo, una obra del gran Plauto sobre el  imponente escenario de Bosra.

Pase lo que pase, que su legado nunca muera. Y que esa maravillosa gente que se cruzó en nuestras vidas por unos instantes, alcancen sus sueños. 








4 comentarios:

  1. Madre mía, que recuerdos, allí cumplí 26 años. Siria es un destino maravilloso, uno de los países, que más me ha gustado e impresionado, merece la pena conocerlo.
    Esperemos que se arregle pronto la situación que están viviendo.
    Momento nostálgico al leer esta entrada

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  2. Amanecer en Damasco, en ruta por el desierto, parada en el café بغداد en un paraje inhóspito, fortalezas, beduinos y llegada a Palmira. Anochecer contemplando las ruinas.
    Menudo cumpleaños tuviste! idílico!

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  3. Jamas olvidare el viaje a Siria, de todos los paises arabes que he visitado, este ha sido el mejor, por las gentes, la cultura y porque es el que menos occidentalizado esta. Y cuando viajas eso es lo que mas te gusta.
    ¡¡¡¡ Que se arregle pronto que quiero volver !!!!

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  4. Suscribimos 100% tus palabras Araceli. Y nos unimos al deseo de volver. Muchos besos a toda la familia!

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