Rudolf Hess es sinónimo de misterio. Es quizás, por importancia, el mayor de los enigmas que se producen en el transcurso de la Segunda Guerra Mundial. Su experiencia vital y su relación con la rueda del destino produce asombro pero, sin duda, todo es acentuado con ese misterioso vuelo a Escocia en 1941 y finalmente aderezado con su, no menos, extraña muerte en la prisión berlinesa de Spandau. Curioso y atractivo menú el que iremos degustando en estas líneas.
Hess nace en Alejandría, hijo de comerciantes alemanes emigrados en busca de nuevos negocios. Su infancia en Egipto puede ser uno de los desencadenantes de sus supersticiones y tendencias hacia lo mágico que marcarán el resto de su vida: la familia tenía amigos coptos que, al parecer, introdujeron al pequeño Hess en la filosofía gnóstica-oriental. Todos los años viajaban a Wunsiedel, en Baviera, para no perder el contacto con Alemania; estos viajes y el anhelo posterior en la distancia le convirtieron en un ferviente patriota. Sus padres querían que estudiara en Alemania para ampliar miras empresariales en Egipto, pero Rudolf Hess tomará la primera decisión drástica de su vida, las siguientes sumadas a las anteriores le llevarán a su trágico destino como si estuviera dibujado, a priori, en una pizarra divina. Decide, sin debatirlo con la familia, enrolarse en el ejército prusiano y combatir por Alemania en la Gran Guerra o Primera Guerra Mundial. Será herido en multitud de ocasiones, incluso de gravedad, pero el destino lo guarda para otros fines. Como muchos otros soldados, desde las trincheras, conoce el armisticio firmado por las autoridades alemanas comenzando la leyenda de "la puñalada por la espalda". Aquella que las autoridades nazis, entre ellas Hess, utilizaran en su provecho para el ascenso al poder. Descontento con la derrota busca consuelo espiritual en una sociedad secreta, la Orden de Thule, con un marcado pangermanismo que defendía una cosmogonía basada en lo que se denominaba ariosofía.
Además de la Thule, Hess buscaba una vía de acceso al poder , sino nacional al menos regional o local. Sus aspiraciones se verán colmadas al escuchar una arenga política en una cervecería de Munich. Adolf Hitler era su hombre, Hess así siempre lo dijo después de ese primer encuentro. Decide, y nos encontramos en la segunda línea marcada de su destino, entrar a formar parte de ese partido minoritario, el NSDAP, así como luchar con todos los medios a su alcance. El destino y sus caprichos nos traerán la tercera línea marcada del destino de Hess al participar en el putsch muniqués de 1923, salir ileso y, finalmente, caer preso en Landsberg junto a Adolf Hitler. Compartirían celda e ideas, sentimientos y pasiones que plasmarán en el famoso Mein Kampf. Ya no se separarán hasta 1941, por el medio hay años de camaradería que desembocan en la conquista del gobierno de Alemania, conflictos resueltos con otras potencias, apuestas arriesgadas como la de los Sudetes, triunfos plenos como el Sarre o el Anschluss con Austria y finalmente el comienzo del Apocalipsis con la entrada de la Wermacht en Polonia. En los escritos de Hess siempre hubo un marcado pacifismo en contra de la cúpula nazi que, entre otras cosas, había conseguido la recuperación económica alemana en base a la industria armamentística. Desde el 1 de Septiembre de 1939 Rudolf Hess comienza a distanciarse de la política beligerante contra Inglaterra del Partido Nazi y figuras siniestras como Bormann empiezan a florecer. Este es un punto conflictivo ya que realmente el mismo Fuhrer nunca tuvo clara la ocupación de Reino Unido, como lo demuestra el perdón al ejército inglés en las playas de Dunkerke o que la "Operación León Marino" para invadir las islas nunca se tomó en serio. Con todo Adolf Hitler llevará una política ambigua en este punto.
Aún así, Hess, nunca perderá su fe en Hitler, para el que busca la mejor de las salidas del conflicto mundial: la paz con Reino Unido; esta será su obsesión en el poco tiempo que le queda políticamente en activo. Hess pedirá, al mismo Führer, combatir en el aire con la Luftwaffe y así cumplir su pasión que tampoco pudo cumplir en la Primera Guerra Mundial; Hitler se niega y le hace prometer que no volará durante un año. Amigo fiel como era cumple con honor la promesa, pero al tiempo utilizará la amistad con el creador de los cazas Messerschmitt para procurarse un aparato y volar a Reino Unido para conseguir un acuerdo de paz entre ambas naciones. Esta es la cuarta línea marcada de su destino, contra viento y marea en la Alemania nazi dónde imperaban las tesis de recelo a Francia e Inglaterra del Ministro de Asuntos Exteriores, Ribbentropp, Hess decide volar en soledad hacia su objetivo y su verdadera obsesión.
En realidad Rudolf Hess emprende el vuelo auspiciado por los buenos augurios que su maestro Karl Haushofer (teórico del Lebensraum y la geopolítica, curiosamente entra en desgracia tras el vuelo de Hess, para acabar en Dachau en 1944) y él comparten, confirman el día propicio para el vuelo del BF 110 a través de ciertos signos en la bóveda celeste. Pero hay más miga, a nadie se le escapa que si Hess va a pedir la paz a Reino Unido cuándo esta última está con la soga al cuello y Alemania, por contra, está en la cúspide de su hegemonía mundial es porque había habido conversaciones entre ambas partes previamente y, sobre todo, porque buscaba la paz entre ambas naciones por encima de todo. Unas conversaciones, en primer lugar, conocidas por Hitler como lo demuestra el trato que recibieron mujer e hijo de Hess hasta su muerte (a pesar de la reacción pública, teatral e histriónica, del Fuhrer en público) y, en segundo lugar, debieron ser unas conversaciones muy comprometedoras para la aristocracia británica como se atestigua en Nuremberg por su juicio como criminal de guerra (¿?) y la posterior sentencia a cadena perpetua en una prisión, Spandau, vigilada por turnos entre las cuatro potencias vencedoras. Hay algo que se nos escapa y no nos han contado. El Messerschmitt B110, sin combustible, se estrelló y Hess no tuvo más remedio que saltar en paracaídas. Había sobrevolado la finca del Duque de Hamilton buscando la pista de aterrizaje pero no estaba señalizada con lo que, ante la oscuridad de la noche, debió perder el objetivo. Al parecer, a última hora, Gran Bretaña se había echado atrás debido a las presiones de Stalin que criticaba el doble juego británico con Alemania. La URSS sabía que si estas conversaciones fructificaban ella sería la verdadera víctima, no se equivocaba Stalin: a los 22 días del vuelo de Hess, la Wermacht penetra en la Unión Soviética comenzando la Operación Barbarroja. A Hitler le sale mal la jugada, en el último momento el Duque de Hamilton, por mediación de Churchill, había decidido apagar las luces de su pista de aterrizaje. La oscuridad de esa noche es sinónimo de derrota final, el cielo y la tierra por primera vez le negaban la razón a los nazis.
Hess, trasladado a Nuremberg (después de permanecer preso los 4 años restantes de la guerra en Reino Unido) para los interrogatorios previos al Juicio, aduce amnesia sobre su pasado y con ella se mantendrá durante todo el Juicio. Claramente, Hess, no estaba loco como aducía la propaganda nazi tras el fracaso de su misión pero tampoco estaba amnésico como el quiso presentarse. Entre medias de estos dos estados no debemos ver a un Hess criminal como le presentaban las potencias aliadas . Debemos, quizás, ver lo que subyace tras las medias verdades que nos han contado unos y otros, sólo así contemplaremos una persona inteligente y fiel hasta el final de sus días. Una persona que encerraba mucho misterio y que no sólo fue silenciada sino que se autosilenció. Un precio muy alto el que debería pagar en la prisión de Spandau, el prisionero número 7 estuvo 40 años preso, de los cuales 20 los pasará sólo tras la liberación de Speer.
Psicólogos e informadores de las diferentes agencias de inteligencia aliadas buscaban permisos para entrar en Spandau y entrevistarse con Hess. Pocos lo consiguieron, era una pieza demasiado preciada para exponerla al público. Se cree, según archivos desclasificados en los últimos años, que Rudolf Hess fue tratado con hipnosis en pro de buscar sus motivaciones ocultas; el experimento se realizó en Spandau y arrojó más dudas que verdades ya que Hess siempre que caía en hipnosis recordaba vidas pasadas. Lo curioso del asunto es que en su mayoría, estas vidas rememoradas bajo hipnosis, llevaban a una muerte violenta ocurrida en habitaciones o sótanos oscuros y estrechos. Quizás la mente de Hess estaba dando un informe del futuro que le esperaba. Lo cierto es que Hess, ajeno a todo tipo de hipótesis, siguió cultivando su mente en la prisión de Spandau, sobre todo con temas relacionados con la luna. El viejo Hess (remito a la entrada "LA LUNA BAJO LA ESVÁSTICA" del 21 de Abril de 2010) señalando puntos concretos de nuestro satélite es una imagen que trajo mucha polémica por lo que podía significar.
Y finalmente su muerte. La última línea de su destino y, de nuevo, misteriosa. A los 93 años de edad, y después de más de 40 años de cautiverio estoico, el viejo Hess se suicida colgandose en el oscuro (quizás aquí esté la relación del experimento hipnótico) cobertizo del jardín de la prisión por el que paseaba. Raro, cuanto menos, que cuando la opinión pública presionaba más para su liberación y parecía avanzar en ello, no sólo desde círculos nazis, se quite la vida. Raro es que un viejo Hess, enfermo y sin fuerzas para tan siquiera levantar el brazo por encima del hombro, sea capaz de colgarse; la segunda autopsia revela que la muerte fue por asfixia pero es igual de improbable que la horca. Pero, sobre todo, lo mas raro de todo es que se suicide después de tantos años de cautiverio cuándo ya no tenía nada que perder y cuándo, Hess, afirmaba que estaba mejor en la prisión que afuera dónde había una humanidad que en su mayoría ni le entendía ni él quería entenderlos. Quizás los secretos que guardaba Hess en su fuero interno podían comprometer a las naciones aliadas que le mantenían encarcelado y así evitaban el escándalo de algunas de sus acciones o negociaciones, quizás fue mejor matarle ante tanta presión por su liberación. Puede ser que su libertad supusiera un auge del nacionalsocialismo al ser, su figura, un icono. El viejo Hess muere fiel a su ideal, no cómo otros nazis que no dudaron en renegar de todo o lanzar injurias para salvar el pellejo. Durante 28 años no permitió que su familia, mujer e hijo, fueran a visitarle ya que imaginaba el escarnio público que recibirían sólo por ese gesto, al final accede a estas visitas importandole bien poco todo lo demás. Miles de preguntas nos asaltan: ¿Quién era Hess realmente? ¿Qué sabía y por qué se silencia? ¿Quiénes eran sus cómplices? ¿El vuelo de Hess es premeditado o parte de un impulso? ¿Por qué su muerte? ¿Y por quién?
Rudolf Hess, el prisionero número 7 por el que se mantenía una enorme infraestructura de soldados y medios económicos sin igual en la Europa de postguerra; el prisionero que, a lo largo de la historia, ha ocupado el recinto de prisión más grande para una única persona; el prisionero que voló en busca de la paz y, sin embargo, juzgado y condenado por crímenes de guerra (¿?); el prisionero que sabía señalar el punto exacto dónde aterrizó el Apolo XI; el prisionero más enigmático de la historia contemporánea.
Para unos un loco perturbado, para otros un criminal de guerra y, sin embargo, para otros tantos tan sólo es el Mensajero de la Paz.
Muy bueno !!!
ResponderEliminarKeep your dreams alive !!!
Una entrada muy buena, sorprendente e interesante, molto bene!!
ResponderEliminarSeguiremos vivos!
ResponderEliminarSolo un comentario a modo de apunte sobre la muerte de Rudolf. En la mayoría de los casos de ahorcamiento se produce una fractura de cuello, que según tengo entendido Hess no sufrió. Se da en casos de varones jóvenes por lo que es doblemente extraño que un anciano enfermo de 93 años no la sufriera aunque "solo" cayera desde una silla.
ResponderEliminarEfectivamente David, comentario acertadísimo. El acta de defunción, redactada por los ingleses, dejó claro el motivo de su muerte. La autopsia reveló contradicciones como la que bien apuntas.
ResponderEliminarUn placer recibirte por estos lares.
Genial tu escrito, pero quisiera añadir que hay serias dudas de que la persona que muriera en Spandau fuera R.Hess,ya que éste tenía una herida de bala en su cueroi, y en la autopsia del cuerpo no se encontró ningún rastro de cicatriz...más leña al fuego!!! salu2
ResponderEliminarGreg Illes tiene una novela magnífica sobre esto que comentas, la posibilidad de que el Hess prisionero no fuera el auténtico. El título: "El prisionero de Spandau". La recomiendo a todos los amantes de la conspiración.
ResponderEliminarSaludos!
No es cierto que Hitler haya "permitido" la evacuación de Dunquerke. Rommel en sus memorias explica que los alemanes fueron detenidos en Arrás por los tanques Matilda británicos. Estos tanques eran muy lentos pero podían ser útiles para defender una posición. Y los alemanes habían exigido a sus fuerzas un avance ininterrumpido así que se veían limitados de antitanques en ese momento.
ResponderEliminar