Los sabios de antaño han recorrido el mundo envueltos en oscuras vestiduras. Poseedores del secreto divino, no se han preocupado sin embargo de parecer sabios. El vulgo sólo se fía de las apariencias. Los adeptos han vivido ignorados casi siempre. Era la prudencia misma: querer descubrirse al mundo, incluso para salvarlo, equivale a condenarse con seguridad a la tortura y a la muerte. Los adeptos se han ido sin hablar, salvo en algunas ocasiones y aún así en términos enigmáticos, a modo de parábolas. Pocos entre sus contemporáneos han sospechado su secreto. Ahora, ya no se cree en absoluto en él. ¿Tanto se ha alejado nuestro espíritu, que nos hemos vuelto incapaces de dirigirnos hacia este secreto?
El texto es un fragmento de la obra Ensayo sobre el arte de la Alquimia de Emmanuel D´Hooghvorst. Un texto impactante sin duda alguna, capaz de perforar la conciencia de la humanidad. Reflexionemos sobre ello...
Emmanuel D´Hooghvorst es un aristócrata belga nacido en 1914 y que en 1949 decide participar en círculos esotéricos de la época, en concreto se dedicará al estudio de la alquimia en contacto con el pintor y filósofo francés Louis Cattiaux; un repaso de la obra de este último serviría para darse cuenta de la dimensión metafísica de los términos a los que aludimos. Desde entonces Emmanuel dedicará su vida al Hermetismo, aquella corriente mística-filosófica basada en los escritos de Hermes Trismegisto encontrados en el Egipto de dominación romana. El Hermetismo se sustenta en 3 pilares básicos: astrología, alquimia y la magia ceremonial compuesta de una mezcolanza de ritos griegos y egipcios. Todo ello formará una filosofía o forma de entender el mundo, con una cosmogonía previa por supuesto, que lleva al adepto a buscar la comunión con Dios como el estado supremo de perfección. Para alcanzar el fin es necesario ser "afortunado" y recibir las pertinentes revelaciones divinas. Estas tesis guardan bastante relación con el cristianismo primitivo en su vertiente gnóstica, mantienendo en común el carácter iniciatico.
En estas premisas navegaba Emmanuel cuando se decidió a buscar las revelaciones divinas en los textos antiguos. Desgranará textos míticos como el de la Odisea partiendo de la base que etiqueta a Homero de alquimista, gracias a las enseñanzas adquiridas en Egipto, para avanzar que la Odisea no es más que la alegoría de quienes practican el arte de la alquimia, mostrándonos los errores en que caen antes de conocer su verdadero secreto. En El hueso de la resurreción entronca el cristianismo primigenio con la conciencia moderna para hacernos ver que todos llevamos naturaleza de Adán en nuestro interior y es gracias a ésta por lo que Dios pretende nuestra salvación. Así Jesucristo llamado por esta naturaleza divina bajó hasta las profundidades de la tierra, lo que llamamos nuestro mundo, para recuperar lo que le pertenece, es decir la naturaleza adámica, y volver a ascender con ello. Por ello hay que despertar la conciencia mística, en cada uno de nosotros, del ocultismo en el que se mueve y esto no deja de ser una tarea individual en consonancia, eso sí, con Dios. Reunirse con un grupo o colectivo y promover el bien no sirve de nada si después en nuestras decisiones o actos personales tomamos caminos erráticos.
En Ensayo sobre el arte de la Alquimia, se propone al lector ser capaz de desvelar, entre la maraña de desinformación, la verdad. Aquella quimera tan perseguida desde los primeros pasos de esta extraña especie llamada humanidad. Todo el conocimiento verdadero esta velado, Emmanuel nos hace un guiño avisandonos de la incomprensión e intolerancia de la verdad así como la falsedad del concepto "apariencia". Nada es lo que parece y sin embargo son pocos los que eligen la senda adecuada. Emmanuel D´Hooghvorst, como los alquimistas de verdad y no los bufones mediáticos, insiste en que no basta el talento de una persona para alcanzar a Dios como tampoco es suficiente la inteligencia para desvelar un texto que encierra conocimiento iniciático. Sin la chispa divina, sin esa comunión con Dios a través de la meditación o el estudio en profundidad, no se puede percibir la intención oculta bajo el sellado de las palabras. Y así se transmite el conocimiento para el que sea capaz de observarlo, mientras tanto la mayoría solamente es capaz de leer. No es lo mismo observar que leer, ya que solamente observa el que previamente ha reflexionado y madurado una o múltiples ideas. El que tienda hacia la verdad debe saber que su camino será mas complejo y espinoso pero también gratificante.
El verdadero conocimiento no es abstracto, sino operativo y encarnado.
Extraños mensajes que nos deja Emmanuel D´Hooghvorst, todo un personaje que refunde en una tésis dos conceptos antagónicos a priori: Ciencia y Ocultismo. Pensemos en su mensaje por un momento.
Hasta ahora el Conocimiento ha estado tremendamente oculto entre marañas y nudos de dificultades. Poco a poco, las nuevas tecnologías (internet o "la democratización de la información") están permitiendo aflorar ideas por siglos recluidas en oscuras celdas, cuyas puertas solo podían traspasar pocos elegidos. Creo que todos tenemos derecho a saber, pero creo también que quizás sea necesaria una preparación previa para asimilar lo que aún no nos ha sido revelado. Interesantísimo otra vez amigo. Un abrazo.
ResponderEliminarMe quedo anonadada con tus entradas, cómo escribes!!esta me parece la más complicada pero muy interesante, cuanto se aprende contigo; una de las ideas que me ha llamado la atención es "todos llevamos naturaleza de Adán en nuestro interior", pero en esta entrada hay muchas frases que hacen pensar, como ya te he dicho, muy interesante. Besos.
ResponderEliminarDecía Cervantes, queridos amigos, que la libertad es el don más preciado que nos han regalado los Cielos. Y sólo somos libres gracias al saber, por tanto pensemos y sobre todo, como nos dijo Iker Jimenez aquella tarde, tengamos pasión e inquietudes en conocer.
ResponderEliminarHay algo más ahí fuera, no hay duda.