Ya lo decía Salomón: “nada nuevo bajo el
sol”.
Egipcios y griegos, en sus mitologías,
hacen partícipe al mundo espiritual de su devenir histórico, provocando un
hondo calado en las conciencias de sus ciudadanos. Esa psique común, sueña y
camina teniendo presente la resurrección de Osiris o la
posibilidad que tuvo Orfeo de dar vida a su amada y difunta Eurídice; el amor es
el denominador común en ambos casos. Son mitos bellos en su contenido y
desbordantes de moraleja: hay puertas que nos pueden transportar al más allá o
al menos hacernos contactar con personas de ese otro lado.
La misma Biblia, en pasajes como el libro
primero de Samuel, nos comunica con personas muertas como el propio Samuel; las
instituciones eclesiásticas posteriores, olvidando que Jesús resucita de entre
los muertos, analizarán estos hechos bíblicos propios del engaño del Diablo y,
en consecuencia, asumirán la dualidad bien-mal. Esta dualidad, sin embargo, se
origina en la antigua Persia con Ormuz y Ahrimán, entendiendo los Dioses como
un espíritu del bien y otro del mal presentes en todos nuestros actos.
En Roma se honraba a los muertos con
máscaras familiares y plañideras en los entierros pero también se les temía,
sobre todo a los asesinados como ocurría en la cultura china. Es conocida la
historia de Bruto y las visitas que sufrió del espíritu de Julio César que le
atormentó hasta su muerte recordando el
acto vil cometido. Plauto y Apuleyo, genios de las letras romanas, ya aterraban
a sus ciudadanos con alguno de sus escritos. Plinio el Jóven, el gran
estadista, nos legará otro documento interesante: En una villa de la Atenas
clásica existía un fantasma, con grilletes y cadenas, que atormentaba a los
diferentes habitantes de la casa. Hagamos una pausa, ¿les suena de algo
fantasma con grilletes y cadenas? Es posible que en este momento concreto se
forjara una leyenda que nunca ha podido ser olvidada.
Si nuestra particular máquina del tiempo
retrocediera a las cavernas (honra suprema para nuestros antepasados que comenzaron a iluminar el camino) y su mundo animista, podríamos observar como ese
hombre primigenio ya tenía miedo y respeto a los espíritus tal como se observa
en sus primeras manifestaciones artísticas así como en los enterramientos.
La escritura, ese gran avance sin
parangón en la humanidad, se inicia, según se cree por los historiadores, con
el Poema de Gilgamesh de época sumeria. A estas alturas del viaje, nadie se
asombrará si descubrimos que en una de las tablillas el amigo muerto de
Gilgamesh se manifiesta para guiar su camino.
La lista es extensa e incluiría a tan
variadas culturas cómo: la América prehispánica, pueblos de Asia y Oceanía
dónde la figura del Chamán como interprete de los espíritus fue una verdadera
referencia cultural.
La Edad Media, como época espiritual, es un mundo dónde lo
maravilloso y sobrenatural se mezclaba con la realidad en un guiño de lo más
natural: Hadas, Dragones, duendes y demás seres tomaban fuerza en los mentideros
y tabernas de la época.
Poco a poco con el Renacimiento, la
Ilustración y los movimientos románticos se van adoptando conceptos distintos,
más tendentes a la razón. La Iglesia, como institución, aporta su granito de
arena para ofrecer un único mundo mágico, los milagros de Jesús, y no la
heterogeneidad de pensamientos que, por otra parte, le hacían tanto daño en su
férrea doctrina. La Inquisición y la quema de brujas y herejes son buena
muestra de ello.
Pero como dijo el historiador francés
Georges Duby: “el miedo a lo invisible continuará profundamente arraigado en
nuestras entrañas. A medida que se difunde el conocimiento científico, vamos
adquiriendo más y más conciencia de que hay cosas que no podemos conocer”. La
puerta sigue abierta a todo ser humano que la quiera abrir y así comenzaremos a
escuchar visiones de fantasmas en castillos y edificios ancestrales o las
leyendas de zombies en sociedades con ritos vudú y vampiros en la Europa del
Este; no dejan de ser muertos que nos visitan, una vez más.
Serían incontables los casos y personajes vinculados a
ese otro mundo, desde la Edad Moderna a nuestros días. Valga como ejemplo un
escritor conocido en todo el orbe: Sir Arthur Conan Doyle, padre de Sherlock
Holmes, fue uno de los máximos partidarios de las doctrinas espiritistas de su
época en base a experiencias con el más allá. Incluso una de sus novelas de lo
paranormal apunto estuvo de ser protagonizada por Mr holmes (para saber más se puede pinchar en el nombre de Sir Arthur en rojo o aquí) y convertir a este
en un creyente más, los intímos del escritor hicieron
que Conan Doyle no tomará esa deriva. Quizás el mundo no estaba preparado para
convertir al héroe racional en un creyente de lo espiritual. La pregunta es clara: ¿estamos preparados ahora para ese paso?
Buen resumen de lo que no conocemos...
ResponderEliminarNunca estamos solos, me encanta
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