Llamada por croatas, serbios y eslovenos: Jugoslavija, escrita en macedonio y serbio cirílico: Југославија. Yugoslavia nació en 1918, después de la I Guerra Mundial que se había gestado en su seno -concretamente en Sarajevo- con el asesinato del archiduque austriaco Francisco Fernando, para morir muy joven durante el final del siglo XX. Europa arrastró a los Balcanes a todos los conflictos modernos y contemporáneos -incluso muchos de los medievales- y eso propició que todo un crisol de culturas, razas y religiones se asentaran en esta zona.
Yugoslavia primero fue un Reino, plagado de dificultades que fue arrastrado, como otras naciones inestables, al apocalipsis de la II Guerra Mundial. Después, el Mariscal Tito rescata Yugoslavia de sus cenizas para crear una República Socialista que dividió la nación o Federación en seis repúblicas: Serbia que siempre fue el motor y el corazón de Yugoslavia con sus problemas en Kosovo siempre latentes, Croacia que después de apoyar a los nazis quería quitarse el sambenito de Ustachis, Bosnia-Herzegovina que acogía una amplia población musulmana, Montenegro cómo la más fiel aliada de los serbios, Eslovenia cómo la república más próspera, económicamente hablando, de la Yugoslavia socialista y Macedonia siempre en conflicto con Grecia por usar - y no tener nada que ver - el nombre de un territorio histórico dónde se gestó la leyenda de Alejandro Magno.
Estos fueron los actores que, durante más de 40 años, crearon un modelo único en el globo terráqueo de gestión y burocracia. Eran comunistas, pero sin duda alguna Yugoslavia era el país más abierto a Occidente del antiguo bloque oriental (dominado por los soviéticos). La auto-gestión era una de sus grandes virtudes en el modelo socio-económico y ello junto a la forma de convivir de musulmanes, católicos u ortodoxos convirtió a Yugoslavia en un tercer modelo de los años 60-70 frente a EEUU y la URSS. Diferentes etnias, que durante años habían pugnado por franjas territoriales y lugares sagrados en su tradición, asumían el orden establecido por Tito, el verdadero padre y artífice de la Yugoslavia moderna. Toda una personalidad que no dudó en enfrentarse a la URSS y mantener así su independencia como país socialista.
Pero con la muerte de Tito afloran de nuevo los problemas. Una clase política nada contemporizadora, ávida de fama y reconocimiento público, quiso dar voz a las minorías exaltadas en cada una de las 6 Repúblicas que formaban Yugoslavia. Esto es importante subrayarlo, todos fueron culpables: Serbia porque se dejó arrastrar por la promesas vanas y orgullosas de Milosevic. Croacia porque dejó que el nacionalismo desbordará el vaso de la hermandad con el resto de repúblicas yugoslavas y no dudó en pactar con serbios o bosnios a su antojo y egoísmo propio. Eslovenia porque fue la primera, seguida por Croacia, en bajarse del barco sin ni siquiera proponer nada. Macedonia porque fue un mero espectador hasta que le convino abandonar "la sala". Montenegro porque durante años alentó una amistad eterna a Serbia que en los momentos de la verdad, cuándo había que votar para salvar Yugoslavia, se tornó falsa. Bosnia porque se avivó, con intereses ocultos, el fuego entre su etnia musulmán y el nacionalismo de los serbo-bosnios.
Todos tuvieron miedos, recelos y envidias del otro. Es cierto que la bonanza económica vivida con Tito había pasado, que la crisis económica golpeaba el país y que la autogestión se hacía incompatible, socialmente hablando, con el modelo americano basado en un consumismo voraz -que ya triunfaba en todo el globo- pero la posibilidad de supervivencia la tuvieron en sus manos si hubieran apostado por una Yugoslavia unida. Una Yugoslavia que sólo tenía que avanzar en la nueva idea ecónomica de libre mercado para seguir creciendo; ya mantenía relaciones con Latinoamérica, Europa o África y sólo era cuestión de explotarlas más así como unir nuevos socios comerciales.
Uno tiene la sensación que Yugoslavia, al no estar alineada en la OTAN o el Pacto de Varsovia, fue derrocada por influencias extranjeras que veían con recelo el modelo social yugoslavo no basado en sus principios. Además si a esto le sumamos, como hemos dicho, los nacionalismos internos dirigidos por seres humanos sin escrúpulos, la crisis económica y la falta de políticos carismáticos -estrechos de miras y tendentes al regionalismo- en el país el cóctel estaba servido...para explotar.
Hay una anécdota, sobre el nacionalista serbo-bosnio (serbios nacidos en Bosnia) Radovan Karadzcic que resume la falta de escrúpulos y el calado moral del nacionalismo en Yugoslavia. En 1995 y acosado por las fuerzas bosnias, Karadzic, compra a unos terroristas africanos una muestra de "Mercurio Rojo" por importe de 6 millones de dólares. Cuándo el material comprado es analizado por científicos se dan cuenta que han sido estafados y se trata sólo de gelatina roja. En realidad el Mercurio Rojo no existe, es una invención proveniente de leyendas en la URSS, pero si existiera sería algo así como pequeñas bombas atómicas con una gran potencia, un arma de destrucción masiva en definitiva. Mas allá de la burla y el engaño este hecho demostró hasta dónde estaba dispuesto a llegar el nacionalismo. Croatas o musulmanes bosnios tampoco quedan exonerados en estas líneas. Nadie se libra en este juicio porque todos asesinaron a Yugoslavia con sus triviales disputas y mataron así la existencia de un nuevo modelo de libertad.
A los amantes del deporte, que sean conscientes de los 70`, 80` y 90`, les queda un poso de amargura al recordar las generaciones perdidas de deportistas en la mayoría de especialidades: fútbol con aquel maravilloso Estrella Roja de Belgrado, baloncesto con aquella pléyade de estrellas que consiguieron europeos, mundiales e incluso un oro olímpico o el balonmano también cargado de éxitos. Concretamente enel Mundial de Basket del año 1990, en Argentina, ocurre un hecho significativo: mientras los jugadores yugoslavos celebran el título salta un espontáneo con una bandera de Croacia, esto provoca que el serbio Divac se encaré con él y su bandera en defensa de Yugoslavia; este gesto provocará enemistad futura entre los jugadores croatas -como Kukoc o Petrovic- y Divac. Una generación de oro que hubiera sido capaz de ganarlo todo se rompía esa tarde por una bandera; es el último momento triunfante para la bandera Yugoslavia.
Aquel país que de niños veíamos como Yugoslavia, hoy día está fragmentado por la guerra. Quizás no fuera el referente de lo excelso o el único modelo a seguir pero al menos era algo diferente a lo común. Que estas líneas valgan como homenaje a Yugoslavia.
Estos fueron los actores que, durante más de 40 años, crearon un modelo único en el globo terráqueo de gestión y burocracia. Eran comunistas, pero sin duda alguna Yugoslavia era el país más abierto a Occidente del antiguo bloque oriental (dominado por los soviéticos). La auto-gestión era una de sus grandes virtudes en el modelo socio-económico y ello junto a la forma de convivir de musulmanes, católicos u ortodoxos convirtió a Yugoslavia en un tercer modelo de los años 60-70 frente a EEUU y la URSS. Diferentes etnias, que durante años habían pugnado por franjas territoriales y lugares sagrados en su tradición, asumían el orden establecido por Tito, el verdadero padre y artífice de la Yugoslavia moderna. Toda una personalidad que no dudó en enfrentarse a la URSS y mantener así su independencia como país socialista.
Pero con la muerte de Tito afloran de nuevo los problemas. Una clase política nada contemporizadora, ávida de fama y reconocimiento público, quiso dar voz a las minorías exaltadas en cada una de las 6 Repúblicas que formaban Yugoslavia. Esto es importante subrayarlo, todos fueron culpables: Serbia porque se dejó arrastrar por la promesas vanas y orgullosas de Milosevic. Croacia porque dejó que el nacionalismo desbordará el vaso de la hermandad con el resto de repúblicas yugoslavas y no dudó en pactar con serbios o bosnios a su antojo y egoísmo propio. Eslovenia porque fue la primera, seguida por Croacia, en bajarse del barco sin ni siquiera proponer nada. Macedonia porque fue un mero espectador hasta que le convino abandonar "la sala". Montenegro porque durante años alentó una amistad eterna a Serbia que en los momentos de la verdad, cuándo había que votar para salvar Yugoslavia, se tornó falsa. Bosnia porque se avivó, con intereses ocultos, el fuego entre su etnia musulmán y el nacionalismo de los serbo-bosnios.
Todos tuvieron miedos, recelos y envidias del otro. Es cierto que la bonanza económica vivida con Tito había pasado, que la crisis económica golpeaba el país y que la autogestión se hacía incompatible, socialmente hablando, con el modelo americano basado en un consumismo voraz -que ya triunfaba en todo el globo- pero la posibilidad de supervivencia la tuvieron en sus manos si hubieran apostado por una Yugoslavia unida. Una Yugoslavia que sólo tenía que avanzar en la nueva idea ecónomica de libre mercado para seguir creciendo; ya mantenía relaciones con Latinoamérica, Europa o África y sólo era cuestión de explotarlas más así como unir nuevos socios comerciales.
Uno tiene la sensación que Yugoslavia, al no estar alineada en la OTAN o el Pacto de Varsovia, fue derrocada por influencias extranjeras que veían con recelo el modelo social yugoslavo no basado en sus principios. Además si a esto le sumamos, como hemos dicho, los nacionalismos internos dirigidos por seres humanos sin escrúpulos, la crisis económica y la falta de políticos carismáticos -estrechos de miras y tendentes al regionalismo- en el país el cóctel estaba servido...para explotar.
Hay una anécdota, sobre el nacionalista serbo-bosnio (serbios nacidos en Bosnia) Radovan Karadzcic que resume la falta de escrúpulos y el calado moral del nacionalismo en Yugoslavia. En 1995 y acosado por las fuerzas bosnias, Karadzic, compra a unos terroristas africanos una muestra de "Mercurio Rojo" por importe de 6 millones de dólares. Cuándo el material comprado es analizado por científicos se dan cuenta que han sido estafados y se trata sólo de gelatina roja. En realidad el Mercurio Rojo no existe, es una invención proveniente de leyendas en la URSS, pero si existiera sería algo así como pequeñas bombas atómicas con una gran potencia, un arma de destrucción masiva en definitiva. Mas allá de la burla y el engaño este hecho demostró hasta dónde estaba dispuesto a llegar el nacionalismo. Croatas o musulmanes bosnios tampoco quedan exonerados en estas líneas. Nadie se libra en este juicio porque todos asesinaron a Yugoslavia con sus triviales disputas y mataron así la existencia de un nuevo modelo de libertad.
A los amantes del deporte, que sean conscientes de los 70`, 80` y 90`, les queda un poso de amargura al recordar las generaciones perdidas de deportistas en la mayoría de especialidades: fútbol con aquel maravilloso Estrella Roja de Belgrado, baloncesto con aquella pléyade de estrellas que consiguieron europeos, mundiales e incluso un oro olímpico o el balonmano también cargado de éxitos. Concretamente enel Mundial de Basket del año 1990, en Argentina, ocurre un hecho significativo: mientras los jugadores yugoslavos celebran el título salta un espontáneo con una bandera de Croacia, esto provoca que el serbio Divac se encaré con él y su bandera en defensa de Yugoslavia; este gesto provocará enemistad futura entre los jugadores croatas -como Kukoc o Petrovic- y Divac. Una generación de oro que hubiera sido capaz de ganarlo todo se rompía esa tarde por una bandera; es el último momento triunfante para la bandera Yugoslavia.
Aquel país que de niños veíamos como Yugoslavia, hoy día está fragmentado por la guerra. Quizás no fuera el referente de lo excelso o el único modelo a seguir pero al menos era algo diferente a lo común. Que estas líneas valgan como homenaje a Yugoslavia.
Jugoslavija, sólo por sus deportistas debía haber pervivido!
ResponderEliminarUn horrendo conflicto que no debe repetirse jamás.
ResponderEliminarUna lástima, que manera absurda de destruir un país y el futuro de su gente.
ResponderEliminarFenomenal, muy interesante.
ResponderEliminarLa grandeza de una Nación se basa en reconocer y pontenciar las culturas que la integran y que les hace grande en lugar de utilizar como armas para la desunión y mini nacionalismos
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