Druso Germánico, el último Héroe de la Antigüedad


Homero, en su famosa Ilíada, nos ofrece el ejemplo de héroe por antonomasia: Aquiles es fuerte y apuesto pero también el más veloz de los hombres y su característica principal viene dada por su carácter en la lucha. Es, sin duda, el guerrero griego de formas atléticas y perfil indomable que dibujaremos en nuestra mente si pensamos en las grandes gestas de la antigüedad. Comparte vivencias con el fiel amigo Patroclo, así como Alejandro Magno lo hará, posteriormente, con Hefestión. Pero si es recordado por un detalle, ese no es otro que su celebérrimo talón, una parte del cuerpo que simboliza la debilidad hasta en el más fuerte. Es la visión humana de las desgracias, aún en los grandes héroes. Troya así nos lo recordó.

Alejandro se convertirá en Magno al conquistar Oriente batalla tras batalla e intentando emular a Aquiles, su espejo y modelo durante toda su vida, poco a poco olvidó las enseñanzas que Aristóteles le ofreció de niño: se olvido de ser humano, sus gestas sólo le traían brisas de heroicidad y mito. Y olvidó que los héroes no están tocados por la divinidad, la parca les aguarda también a ellos con vestidos caprichosos. Su muerte, fuera enfermedad o envenenamiento, se olvidó de despedirle con honores.

Después del mito de Aquiles y la grandeza histórica de Alejandro, podíamos hablar de Julio César. Sin duda, su historia no defraudaría pero es más romántico repasar la historia de un coetáneo de Julio César, el último héroe de la Antigüedad tras la muerte de Julio César.

Nerón Claudio Druso, es nuestro personaje. Quizás, si buceáramos en su historia sería el personaje romano de muchos de nosotros pero es el gran desconocido y pocos saben que debía haber sido Emperador de Roma, en aquellos primeros tiempos del Imperio Romano.

Nace en Roma un 24 de Mayo del año 15 A.C., los augurios celebran su nacimiento con un futuro prometedor y lleno de exitosas vivencias. Coexistirá con el gran Julio César en sus primeros años de vida, antes de la famosa conjura del Senado romano. Su familia hunde sus raíces en lo más glorioso del momento: por parte paterna su abuela es Livia, la primera dama de Roma y mujer de Augusto durante su reinado, aunque el padre de Druso no es hijo de Augusto ya que Livia tuvo un matrimonio anterior. En la línea materna sus abuelos son Marco Antonio, el fiel compañero de Julio César en un ejemplo más de la relación Patroclo-Aquiles, y Octavia, la hermana de Augusto. Además es familia directa de los siguientes emperadores de Roma, tras Augusto: sobrino de Tiberio, padre del perverso Calígula y hermano de Claudio, aquel tullido que contra todo pronóstico llega al cenit de poder romano pero, sin duda, el verdadero amigo de Druso.

Al morir su padre, es adoptado por Tiberio y este buscará que el joven se fogueé junto a él en numerosas campañas por el orbe romano. Primero en Panonia, la zona de Austria y Hungría bañada por el Danubio, y después en Germania demostrará su valentía y arrojo, aunque sobre todo destacará por el honor. Esta forma de comportamiento le lleva a César Augusto a nombrarle cónsul a temprana edad y sus tropas ya no dejarán de ensalzarle hasta su muerte. Había nacido de nuevo Aquiles, encarnado en la figura de Druso.

En estas, Roma, con los sofocos y vergüenzas producidos tras el desastre de la batalla de Teutoburgo, decide, por mediación de Augusto, mandar al joven Druso a remediar el entuerto en el que se habían metido. Hay que recordar que en Teutoburgo, el ejército romano encabezado por Varo sucumbe ante los germanos en una emboscada que les lleva a la masacre de tres legiones con la captura de sus águilas. Estas águilas, estandartes romanos, eran lo más sagrado de una legión y perderlas significaba el oprobio y la desgracia para Senado y pueblo de Roma (el famoso SPQR de sus estandartes). Así que el nuevo héroe de Roma, Druso será el encargado de vengar la afrenta. Parte con la intención de pacificar la zona, pero asimismo con la misión de encontrar el lugar de la masacre y poder dar sepultura honrosa a los caídos. Tácito en una famosa cita describe la situación:

"No lejos estaba el bosque donde se decía que los restos de Varo y de sus legiones quedaron sin sepultura. A Germánico le vino el deseo de tributar los últimos honores a Varo y a sus soldados. Esta misma conmiseración se extendió a todo el ejército de Germánico, pensando en sus parientes y amigos, en los azares de la guerra y en el destino de los hombres... En medio del campo blanqueaban los huesos, separados o amontonados, según que hubieran huido o hecho frente. Junto a ellos yacían restos de armas, y miembros de caballos y cabezas humanas estaban clavadas en troncos de árboles. En los bosques cercanos había altares bárbaros, junto a los cuales habían sacrificado a los tribunos y a los primeros centuriones".

Con el ánimo levantado, tras cumplir el ritual con sus muertos, consiguen derrotar a los germanos y recuperar las águilas que son llevadas a Roma en su triunfo y depositadas en el Templo de Júpiter, el Dios supremo. En este triunfo, Roma consagra a Druso con el sobrenombre de Germánico. Roma le aclama, sus legiones le honran y el Senado ve en Druso Germánico un digno sucesor como cabeza del Imperio. Tiberio comenzaba a dudar sí el producto que estaba creando con su hijo adoptivo no se volvería contra él. Mas aún cuando, a la muerte de Augusto, sus legiones proclaman a los cuatro vientos quién debía ser su Emperador. Sin embargo Tiberio será el elegido y ello es aceptado deportivamente por Druso.

Druso y sus legiones, resuelven revueltas contra pueblos como los marsos, catas o queruscos, convirtiendo a la dominación romana esas áreas. La camaradería que reinaba con su soldadesca era tan evidente que los más veteranos al hablar de Druso evocaban a Julio César, los más versados hablaban de Aníbal y los mas soñadores de Alejandro el Magno. Pero Druso no era ninguno de los tres genios citados y sin embargo no tenía nada que envidiar a ellos, sus tropas lo adoraban tanto que estaban dispuestas a entregar hasta la última gota de sangre. El respeto y la fidelidad era el denominador común entre sus Legiones. El lema romano: VIS ET HONOR (Fuerza y Honor) nunca fue tan acertado al gritarlo y golpearse los pechos. Sentarse al anochecer, a la luz de la hoguera, en el campamento junto a un consúl romano era el mejor premio para cualquier soldado de sus Legiones.

Tiberio, celoso de su hijo adoptivo, decide alejarle de Germania y mandarle a los confines Orientales del Imperio como cónsul. Nicópolis, Armenia, Capadocia y Comagene son testigos de la magia desprendida de la personalidad de Druso. Las misiones en estas regiones son llevadas siempre a buen puerto y el mito de Druso se dispara con locura, Roma veía en él al nuevo Emperador tras la muerte de Tiberio. Este último, disgustado por esas habladurías que ya le buscaban sucesor en vida, decide poner fin al mito de Druso Germánico.

Druso, emulando a Alejandro Magno, viajará a Egipto, no para desatar el nudo gordiano, pero sí para visitar el misticismo de la Tierra que con sus famosos oráculos encumbró al genio macedonio. Tiberio, dueño y señor de Egipto, manifiesta públicamente su enfado con su hijo adoptivo pues considera que entrar en Egipto sin su permiso es una indecencia por su parte tal como si hubiera entrado en su propia domus sin anunciarse. Así que decide mandar a la belicosa Siria a Germánico y allí es mandado vigilar por el gobernador romano de aquella Provincia Imperial: Cneo Calpurnio Pisón, hombre de profundas raíces aristocráticas y fuertes defensores de la supremacía de los Patricios sobre la Plebe. Druso, al darse cuenta del marcaje al que estaba sometido decide enfrentarse a Pisón y no duda en intentar expulsarle de Siria. Pero en un ardid, Pisón, consigue envenenar a Druso Germánico provocandole así una muerte agónica tras una "misteriosa" enfermedad. Es el 10 de Octubre del año 19 D.C., una fecha trágica para los amantes de los mitos. El Senado decreta la condena a muerte de Pisón como principal acusado y posteriormente aplica la ley llamada "damnatio memoriae", la peor de las condenas posibles ya que prohibía el luto a su nombre así como la posibilidad de enseñar su imagen en los demás funerales de la familia Calpurnia. Era su final total, el ostracismo y el olvido debían hacer justicia por los crímenes cometidos en vida. Pero incluso esta célebre ley romana fue incapaz de permitir que su nombre perdurara en la historia, matar a Druso Germánico era algo así como matar a J.F. Kennedy en nuestros días, nadie olvidaría el maldito nombre que lo llevo a cabo.

Y como en las grandes conspiraciones de la historia, el verdadero instigador, es decir Tiberio, será el gran triunfador de esta historia. Se quitó de en medio al último mito viviente de la antigüedad, al único hombre que le hacía sombra desde las columnas de Hércules hasta el Eufrates. Bastó, para Tiberio, recordar la figura de Germánico con grandes honores en su entierro, recogidos también por Tácito en su obra, así como testimoniar el mito de Druso en un documento epigráfico, la Tabula Siarensis, de la cual una de sus copias fue encontrada en la provincia de la Bética.

La mujer de Druso, Agripina, será la única que acuse al Emperador Tiberio de su muerte. Su desgracia estará en que nadie la creerá o querrá creerla por miedo. Claudio, su hermano, también será testigo de todas estas intrigas pero su arrojo era escaso para destaparlo. Tras la muerte de Tiberio gobernará el hijo de Druso, Calígula, un loco ejemplar que nada tuvo que ver con el honor y la valentía de su padre Germánico. Claudio, el Patroclo o Hefestión de Druso, será el siguiente en proclamarse Emperador y por fin su hermano será admirado como mereció, como el último héroe. La amistad e unión entre ambos hermanos se vio reflejada en el Imperio de Claudio hasta el último momento, el Hado había sido caprichoso sí, pero había permitido que una parte de Germánico gobernará con Claudio. Dicen que cuando venció en Britania, lo que valió a Claudio el apodo de Británico, su espíritu fue poseído por el genio de Germánico ya que era casi incompatible ser tan temerario con todas las deficiencias físicas que Claudio tenía.

El mejor Emperador que Roma hubiera dado cayó envenenado, quizás como Alejandro. Una vez más se demostraba que los héroes, herederos de la gracia de Aquiles, no podían olvidarse de su talón. La inmortalidad hacía tiempo que los Dioses la habían desterrado de la Tierra y sin embargo unos pocos locos buscaron desafiar esa máxima. Honor a la figura de Druso Germánico.
Como Tiberio, en una ironía del destino, lo llamó en la Tabula Siarensis debe ser recordado:

"A quién nunca debió morir".

Vis et Honor!

2 comentarios:

  1. ¿Por qué Druso Germánico no ha sido recordado como tantos otros? creo que él se lo merece igual o más que muchos a los que idolatramos, me parece un hombre sensacional. Buscaré libros sobre él, espero encontrarlos.
    Me gusta mucho leer tus entradas, despiertas en mí la curiosidad por saber más sobre cosas que desconocía, con esta lo has vuelto a hacer; de nuevo chapó.
    ¿Por cierto, no sabrás tú algún libro sobre Druso?

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  2. El que más sensaciones me inspiró: Yo Claudio de Robert Graves. Excepcional obra dónde, entre otros personajes, se destaca y conoce la figura de Druso. Me alegro que te haya gustado.

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